Lunes 17 de abril de 2023
¡Buenos días! Al comenzar este momento de oración pienso en Jesús, en que, cada día, quiere estar a mi lado. Proponemos hoy, como oración de esta mañana, una lectura adaptada del evangelio de ayer, 2º Domingo de Pascua. También lo podemos ver a través del siguiente enlace:
Antes de escuchar la lectura de
hoy imagínate que eres uno de los amigos de Jesús… Todos están tristes y
asustados después de todo lo que ha pasado con la muerte de Jesús… Imagínate
que has oído hablar a otros de que han visto a Jesús vivo, pero tú no te lo
puedes creer....
LECTURA: APARICIONES A LOS DISCÍPULOS (cf. Jn 20, 19-31)
Muchos de los amigos de Jesús aún no sabían que estaba vivo y pasaban mucho miedo por si las autoridades los perseguían a ellos también. Así que una noche estaban juntos en la casa que compartían en Jerusalén, con la puerta cerrada y muy asustados.
Y sin saber muy bien cómo, de golpe apareció Jesús en medio de ellos. Lo miraban sin saber qué hacer. Entonces les enseñó las manos, con las heridas de los clavos, y el costado, con la herida de la lanza que le habían hecho en la cruz, y les dijo: «Paz a vosotros». Como esa era la forma de saludar siempre de Jesús, ya lo reconocieron, y se pusieron contentísimos. Todos hablaban a la vez, se reían, y querían entender cómo era que estaba vivo. Cuando se calmaron un poco, Jesús les dijo: «Mi Padre me envió al mundo para compartir una buena noticia. Pues ahora soy yo el que os envío a vosotros, para que contéis las cosas buenas que habéis aprendido de mí». También les dijo que les iba a mandar el Espíritu Santo, y que eso les daría autoridad para perdonar. Luego desapareció tal y como había venido.
El pobre Tomás se
lo perdió porque ese día había ido a hacer la compra, así que cuando se lo
contaron pensaba que le estaban tomando el pelo, y no se lo quería creer. Pero
ellos insistían en decírselo una y otra vez. Al final, para que le dejaran en
paz, les dijo: «Yo solo me lo creo si meto los dedos en el agujero de sus manos
y veo que son de verdad las heridas de Jesús». Fue un poco bruto, pero es que
Tomás era así.
Justo una semana después, volvían a
estar en la casa, y esta vez Tomás también estaba. Y apareció Jesús, igual.
También les dijo: «Paz a vosotros». Todos miraban hacia Tomás, como si
quisieran decirle: «¿Ves? ¡Ya te lo habíamos dicho!». Él estaba que no sabía si
creérselo o si seguían tomándole el pelo. Pero Jesús mismo se acercó a él y le
enseñó las manos mientras le decía: «Si quieres, puedes meter el dedo en el
agujero, ya verás cómo es verdad». Pero ya ni hizo falta, porque Tomás lo había
reconocido. Y gritó, lleno de alegría: «¡Señor mío y Dios mío!», que era su
forma de decir a la vez lo contento que estaba, que le daba pena haber dudado,
que lo había echado muchísimo de menos… en fin, todo eso y mucho más. Jesús
dijo entonces: «Mira que eres cabezota por no fiarte de tus amigos. Has tenido
que verme para creer. Felices serán los que crean, aunque no me vean así».
REFLEXIÓN:
- A todos seguro que nos pasa como a
Tomás: las cosas que hizo Jesús son tan maravillosas que a veces nos cuesta
creerlas porque no lo hemos visto con nuestros propios ojos.
- Jesús por eso nos pide confianza…
Igual que nos fiamos de la palabra que nos dan nuestros amigos, Jesús, nuestro
amigo, pide que confiemos en su palabra y que creamos en Él.
Jesús, ¡ayúdanos a confiar en ti!
Terminamos rezando juntos Padrenuestro….